ElDiario.es/Iker Rioja Andueza.- El Gobierno concede la Gran Cruz del Reconocimiento Civil como víctima del terrorismo a un asesinado en 1980 en Vallecas por la ultraderecha aunque no hubiera una organización estable detrás del crimen y “abre una brecha” para otros casos similares.
El Consejo de Ministros ha concedido este martes la Gran Cruz del Reconocimiento Civil a Vicente Cuervo Calvo, lo que implica automáticamente su condición de víctima del terrorismo. Cuervo, un joven militante de la CNT que no había cumplido aún los 22 años, fue asesinado por elementos de la extrema derecha en Vallecas, en Madrid, el 10 de febrero de 1980. Su caso, investigado por la familia y apoyado por un dictamen del Memorial de las víctimas del terrorismo de Vitoria, constituye un hito ya que se considera también un crimen terrorista a pesar de no haber una organización como tal detrás de los hechos. Su expediente es el número 1.454 en España, un listado que incluye los atentados en el territorio pero también los extranjeros asesinados por organizaciones españolas en sus países o los españoles víctimas en terceros países.
“Es un paso muy importante. La historiografía distingue entre violencia política y terrorismo y parecía más o menos imprescindible que hubiera una organización estable detrás para que fuera terrorismo. Se trataba como violencia urbana, como vandalismo o como mucho como violencia política. En este caso, había individuos de la ultraderechista Fuerza Nueva y de Fuerza Nacional del Trabajo. No fue casualidad que ocurriera y esto es de justicia histórica”, explica Miguel Cuervo, sobrino de la víctima e historiador. Explica que el asunto fue “tabú” en su familia durante cuatro décadas -hasta el punto de negar públicamente su condición de cenetista- y que él y su padre empezaron a investigar hace solamente “tres años”. El primer resultado fue un “trabajo” académico, después un artículo más elaborado y, finalmente, el informe del Memorial que ha abierto la puerta al reconocimiento oficial.
Desde el Memorial indican que “hay más casos similares” en varios puntos de España que irán saliendo a la luz poco a poco. Tienen en común que son víctimas causadas por ultras de la extrema derecha. “Este caso abre una brecha”, admite Gaizka Fernández Soldevilla. En Twitter, el historiador del Memorial ha explicado que este centro dependiente del Ministerio del Interior tiene un equipo dedicado a “investigar sobre las víctimas del terrorismo ultraderechista y parapolicial”. “A ellas y a sus familias que a menudo no fueron amparadas por las instituciones, les debemos Justicia, memoria y reparación”, añade. Con este reconocimiento, tendrán exactamente el mismo estatus que los asesinados por ETA, por los GAL, por el Grapo o por organizaciones yihadistas. Añade Miguel Cuervo que han impulsado una asociación para ir recopilando más historias similares y cuyo nombre es Colectivo por los Olvidados de la Transición (COT).
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Prácticamente “ejecutado”
¿Y qué ocurrió con Cuervo? “Vicente nació en Madrid el 24 de junio de 1958, en una familia de clase trabajadora. Era el mayor de cuatro hermanos. Vivió con su familia en la calle Peña de la Atalaya, en Vallecas, hasta mediados de 1979. Estudió Maestría Industrial de Electrónica en la Escuela Técnica de Ingeniería de Embajadores, y trabajó en la fábrica de Telefunken”, ha dejado escrito su sobrino. Era miembro de la CNT, posiblemente el enlace sindical en su empresa. “Era uno de tantos jóvenes que participaron de la contracultura que comenzó en esos años y que destacaba por el entusiasmo y por una actitud contestataria y renovadora”, se añade.
El 10 de febrero de 1980, FNT, que era el brazo sindical de la Fuerza Nueva de Blas Piñar, convocó un mitin en Vallecas, un barrio obrero. Acudieron unas 150 personas. El Gobierno civil lo prohibió. Apenas unos días antes, la extrema derecha había asesinado también a la joven bilbaína Yolanda González, que estudiaba en Vallecas. Con Piñar a la cabeza, los ultras mantuvieron el acto pese a haber sido denegada la autorización. Algunos de los presentes iban armados. La Policía cargó y los ultraderechistas, a su vez, se enfrentaron a vecinos de izquierdas que estaban protestando. A Cuervo le dispararon a poca distancia. Prácticamente “fue ejecutado”, según los datos recopilados por su familia.
Hubo detenciones y se decomisaron armas por estos hechos, pero la investigación quedó sobreseída. La reconstrucción de los hechos lleva a la familia a la tesis de que es “lógico” que los ultras identificaran al joven y que lo atacaran por su filiación política o sindical. Su sobrino entiende que sería fundamental conocer la autopsia o el informe de balística para confirmar el tipo de arma y su posible relación con elementos parapoliciales o paramilitares, aunque asume que los expurgos han podido destruir un sumario que no condujo a nada pero que podría esconder pistas. “¿Pero quién tenía acceso a las armas en aquella época? Muy poca gente”, sostiene Cuervo, que lamenta igualmente que la Transición se haya presentado como un cambio modélico desde la dictadura hasta la democracia pero con un contexto de decenas de casos de violencia política de muchos signos. Aquellos también fueron los años más sangrientos de ETA, los de surgimiento de los GAL y los que los elementos reaccionarios del régimen franquista quisieron retar al Estado y a la izquierda practicando terrorismo.