Nius/ Javier García Padilla.- El hombre, de unos 60 años, no se encontraba en su esquina cuando empezó el fuego.
Casi nadie conoce su nombre, pero todos los que han pasado por la Plaza Mayor de El Ejido (Almería) lo han visto alguna vez. Callado y silencioso, este indigente de unos 60 años ha hecho esta plaza su hogar. Por eso cuando el pasado lunes vieron que sus pertenencias estaban en llamas, todos se acercaron a su esquina para ver cómo estaba él.
«No sabemos quién fue», dice Julián, de la cafetería Bianco Lounge, pero antes del fuego vieron a varios jóvenes por la zona. «Menos mal que él no estaba allí», dice Julián. Llegó diez minutos más tarde y apenas dijo nada cuando vio que sus mantas, sus cartones y las bolsas de comida que tenía habían quedado hechas cenizas.
«Yo no se si fue por maldad, por gracia», explica Julián, «pero cuesta entenderlo, él no molestaba a nadie». De hecho, duerme en la puerta de uno de los pocos locales vacíos de la plaza, una antigua tienda de ébano que cerró hace tiempo. «No se acerca ni a las mesas a pedir», dice Julián. Son los propios comerciantes los que le acercan a diario un café, una tostada o algo de comida que les sobra.
El incendio ha sorprendido a todos los vecinos que han reaccionado recogiendo mantas y comida para reponer todo lo que las llamas le quitaron. «Nosotros le llevamos un café y una vecina enseguida le bajó una manta», dice Julián. Otra cafetería de la plaza le ha llevado algo de comida. «Todos hemos ayudado», dice Miguel Ángel, de Gusto Chulo, que como otros testigos de lo ocurrido llamaron a la policía local en cuanto vieron el fuego.
El fuego también le ha quitado su esquina. Las llamas hicieron estallar el cristal de la doble puerta del local en cuyo portal pasaba las noches. «Ahora está durmiendo en un banco de la plaza», dice Julián, y ahí sigue, silencioso, sin molestar a nadie, agradecido por el gesto de unos vecinos que salieron a defenderle cuando le atacaron.