El País – La pionera transexual gaditana sufraga una fundación que pretende establecer una red de pisos de acogida en Cádiz y Sevilla.
Manolita Chen es una diva folclórica de las que ya no quedan. De esas capaces de maquillar de hipérbole, ironía y color el relato cruel de haber vivido como mujer transexual en la España gris y opresora del franquismo. Y como tal se las gasta, sentada en el trono dorado de su despacho, rodeada de santos festoneados con banderas arcoíris: “Si no hubiese sido fuerte, no estaría aquí sentada”. Edulcora con una sonrisa de carmín rojo un relato de palizas, violaciones y cárcel. Dice que fue la primera transexual en cambiarse de nombre y en adoptar a sus cinco hijos discapacitados, allá por los años ochenta. Resulta difícil creer que legalmente fuese tal cual ella lo cuenta, pero en la práctica resultó bien real para Manolita Saborido (Arcos de la Frontera, 79 años), la persona que se oculta tras el personaje. Además, ya lo dejo dicho la suma sacerdotisa folclórica, Lola Flores, a modo de mandamiento: “Cuando yo digo las mentiras, las convierto en verdad”.
Saborido deslumbra con su vida de película a dos de los chicos marroquíes LGTBIQ que la artista tiene acogidos en un piso para personas perseguidas por su identidad sexual y de género que la Fundación Manolita Chen acaba de poner en marcha en la Sierra de Cádiz. Será el primero de los que quiere crear en la provincia y en Sevilla. Chen ha apostado fuerte para ello en el ocaso de sus días. Ha puesto su ingente patrimonio inmobiliario y de obras de arte, atesorado con sus años de trabajo como empresaria, a nombre de la entidad que lleva su nombre. “Llevo una vida luchando, pero no me retiro. Todo pasa a la fundación, menos mis bragas”, exclama divertida. Uno de los acogidos, que asegura que antes se sentía más cómoda con peluca y vestida de mujer, pero que después tanta discriminación sufrida por ahora prefiere cubrirse con ropa de chico, solo le sale decir: “Es maravillosa. Sin ella estaría ahora en la calle”.
No cuesta trazar el paralelismo entre la historia de una joven mujer transexual de pueblo en la España de la dictadura y el presente que les ha tocado vivir a los dos chicos, ambos de 30 años, en una Marruecos natal en la que ser LGTBI implica la persecución legal y el repudio social. “Siento que tenemos muchas cosas en común”, señala el otro. Como ellos, Saborido también tuvo que huir de su familia y de su entorno, harta de agresiones, palizas e insultos. “Era imposible vivir en Arcos. Cada vez que venía una fiesta decían que era una vergüenza y me detenían o me encerraban en el cementerio”, relata la artista. Uno de ellos la mira en silencio, hasta que se anima a contar su historia: “En casa me pegaban cuando intentaba vestirme de chica. Huí de Marruecos, acabé en Toledo, pero allí también me discriminaban. Canto bien y me gusta actuar, pero ahora solo quiero trabajar en lo que sea”.
Chen conoce bien lo que es lidiar psicológicamente con tanto sufrimiento y rechazo, hasta el extremo de que algunos de sus siete hermanos la sometieron a palizas y violaciones, con tan solo 11 años. “Les tengo perdonados, pero eso no se puede olvidar. Siempre hemos sido despreciadas”, denuncia la empresaria. Pero ella fue capaz de abrir grietas en la clandestinidad para encontrar espacios en los que ser libre. Tras pasar por un servicio militar en el que encontró el resquicio de convertirse en una mañosa cocinera, Saborido huyó a Barcelona con 22 años, donde comenzó “su edad de oro”, como relata Raúl Solis en su obra La doble transición. Simultaneó trabajos mañana y tarde, hasta que ganó el concurso de una sala de fiestas para cantar. Fueron los tiempos de la Bella Helen, nombre artístico que paseó por España y el extranjero, de la mano de Paco España, conocido manager de folclóricas que la convirtió en vedette.
El recargado despacho de Chen está presidido por una foto de su madre, María la Viuda, la misma que acallaba los rumores de Arcos con respecto a su hija diciendo que “era muy macho”, la que “nunca fue capaz” de ver a Saborido vestida de mujer. La propia Chen reconoce que esperó a la aprobación de la Constitución de 1978, para abandonar por siempre la disforia de género de solo poder vestirse con respecto a su género de puertas para adentro o sobre las tablas de un escenario. “Manolita, ya te puedes poner los tacones y un vestido para ir a la calle”, dice que le espetó un vecino del pueblo de izquierdas. Y ella, subida a unos taconazos por las empinadas calles de Arcos, fue y vino muchas más veces de las que hace falta para echar a una simple carta.
La artista transexual gaditana Manolita Chen, con dos jóvenes acogidos en un piso que sufraga su fundación.
Saborido hizo tanto éxito en el artisteo que el nombre artístico con el que le empezaron a llamar, el de Manolita Chen, le trajo problemas judiciales con la artista de circo que usaba ese mismo reclamo. La disputa se resolvió ante un juez al descubrir que ninguna de las dos lo tenía registrado. “Cogió dos bolitas y lo echó a suertes. A mí me tocó el Chen y a ella el Chem”, asegura la mujer. Aunque la Chen de Arcos pronto encaminó sus pasos a abrir locales de ocio y hostelería que la hicieron muy famosa en la provincia y le reportaron pingües beneficios. La empresaria tenía dinero, tenía amor —estaba con Paco, su gran amor durante años, antes de que la metiese en un lío de drogas que la llevó a prisión durante casi un año— y tenía un reconocimiento social que parecía imposible para quien intentaron negarle hasta la existencia, pero ella quería más. “Soñaba con hacer todo lo que le estaba prohibido y lo haría”, apunta Solís.
Manolita Saborido repite hasta la saciedad en cada entrevista que ella fue la primera mujer transexual en conseguir el cambio del DNI y en adoptar, a primeros de los años ochenta. Dice que fue gracias a que unos curas habían firmado una carta en la que le negaban salir de penitente en una procesión por ser mujer —en esos años aún no podían— y que usó ese escrito con la ayuda de un político local. El mismo que luego supuestamente también le socorrió en el proceso de adopción de cinco chicos discapacitados abandonados por sus progenitores y con los que ella se ha desvivido en atenciones y cuidados durante décadas, hasta su fallecimiento. “He dado con gente muy buena que lo ha hecho posible”, asegura Chen. Aquellas adopciones fueron tan reales en la práctica que se convirtieron en noticia que dieron la vuelta al mundo, aunque Solís difiere sobre si lo logró legalmente a su nombre o al de algún familiar: “Suena bastante inverosímil (…). Nunca sabremos cómo una mujer transexual, registrada como varón, pudo adoptar una niña en 1983″.
“La que ha abierto camino soy yo, la pueblerina, la que no sabe leer. A mí no me para nadie”, tercia Chen envalentonada a sus casi 80 años para defender la necesidad de nuevas leyes que allanen los derechos de los que vienen detrás. De hecho, Saborido no entiende cómo el PSOE ha bloqueado la nueva ley trans durante meses y así se lo hizo saber a la socialista Carmen Calvo, en un vídeo que le dirigió y se viralizó en redes sociales. “Han estado haciéndonos sufrir. Si esa ley estaba más que machacada. No entiendo porqué nos hacen estas cosas si los maricones mueven la vida y la belleza”, tercia la mujer.
Esa claridad para contar su vida y milagros y para reivindicar su derecho a ser visible ha llevado a Saborido a ser reconocida con diferentes premios y galardones, el último otorgado hace escasos días por la Subdelegación de Cádiz en el aniversario de la Constitución. Ella se muestra encantada, aunque ahora está más centrada en conseguir como sea que su Fundación Manuela Saborido, Manolita Chen prospere hasta trascenderla. Entre sus objetivos está difundir su legado como ejemplo claro de la memoria histórica del colectivo y mantener hogares para personas LGTBIQ perseguidas, justo donde desde hace unos meses viven ya tres chicos, con el apoyo y gestión de la asociación Inserta. “Escúpeme si quieres, pero dame para que ellos coman. Lo que quiero es darle vida a estos chicos”, explica la artista.
Los dos jóvenes acogidos escuchan a Saborido a ratos admirados, a otros divertidos y sorprendidos. Los dos tienen reconocido el asilo en España, tras la persecución por motivos de orientación sexual y política sufrida en Marruecos. Tras un periplo duro tanto en su país de origen como en España, por fin aseguran encontrarse en un entorno seguro. En pocos días, comenzarán a trabajar en hostelería, tras la mediación de Chen para buscarles un empleo. Aunque, superar las heridas psicológicas tardará más. “Sufro síndrome postraumático. Me cuesta mucho ser yo mismo en la calle”, explica uno de ellos. El otro asiente a su lado: “De tanto que mi familia me empujaba a estar con chicas, ahora me da fobia estar cerca de ellas”. Manolita les mira emocionada: “La felicidad no existe. Es lo que te creas. Yo he sido feliz porque he luchado. Al final, son lecciones de vida que tienes que pasar y yo estoy voy a estar aquí para ayudar a mis chicos”.