Lo mínimo que los ciudadanos tenemos el derecho de exigir a nuestros representantes públicos es lealtad institucional y política
JORDI GARCÍA SOLER. EL PLURAL.- Existen actuaciones y conductas que no tienen ni tendrán nunca ningún tipo de justificación. Son pocas, poquísimas, pero existen. No es ni será justificable, por ejemplo, anteponer los intereses particulares, sean de la índole que sean, a los intereses generales, en especial en asuntos que afectan a la salud pública de forma grave. No obstante, esto viene ocurriendo de manera reiterativa en la actual crisis sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19, por parte del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, y en concreto por parte de quien sigue siendo su presidente, Quim Torra.
La actuación de Quim Torra -ratificada y ampliada también de modo reiterado por parte de algunos miembros de su gobierno como la consejera de Sanidad Alba Vergés, el consejero de Interior Miquel Buch, o la consejera de Presidencia y portavoz Meritxell Budó- ha alcanzado niveles de auténtico escándalo y son del todo punto impropias de un responsable institucional y político. Nada puede justificar que, en declaraciones a la BBC, Quim Torra se atreviese decir que el Gobierno de España le impide confinar a la ciudadanía de Cataluña en sus domicilios, negando así que en Cataluña, como en el conjunto de España, desde hace días rige un estado de alarma dictado por el Gobierno español que impone el confinamiento domiciliario general, con excepciones limitadas, y que asimismo restringe de manera severa casi toda la actividad comercial y laboral. Tamaño despropósito fue corregido sobre la marcha por la misma BBC, mediante la emisión de un subtitulado que desmentía rotundamente lo declarado por el todavía presidente de la Generalitat de Cataluña.
Ahora Quim Torra pretende excusarse y alega problemas de traducción, pero lo dicho ahí está. Inexcusable, inadmisible, intolerable… El exeurodiputado de CiU Ignasi Guardans es contundente al referirse a Quim Torra: “Qué asco de tío, de verdad, qué asco”. Todavía es más expeditivo el exdiputado autonómico del PSC Joan Ferran: “A mi Quim Torra no solo me da asco, eso sería poco, siento hacia su política y su persona una profunda repulsión, arcadas”. Comparto estas opiniones. Resulta inconcebible que, cuando lo que está en juego es la salud pública, alguien, sea quien sea, recurra a la bajeza moral de intentar sacar provecho de una crisis sanitaria como lo que sufrimos. Cuando quien lo hace es nada más y nada menos que el presidente de la Generalitat, y por tanto el máximo representante del Estado en Cataluña, la bajeza moral entra de lleno en el terreno de la deslealtad institucional y política.
Lo ha señalado la ministra de Defensa Margarita Robles con gran precisión: “Quim Torra está en una fuga hacia delante y ha sido profundamente desleal”. “No todo vale”, ha añadido Robles. Y es muy cierto: en una situación como la actual, que no pocos expertos definen como una especie de guerra sin cuartel contra un virus invasor, actuaciones y conductas como las de Quim Torra, y las de otros miembros de su gobierno y de numerosos propagandistas que están siempre a su servicio, resultan de una gravedad extrema.
Difundir bulos sobre supuestas confiscaciones de mascarillas y otros equipos sanitarios destinados a Cataluña, que se han demostrado falsos y sin base de ningún tipo, es otra deslealtad institucional y política. Es también una nueva y penosa demostración de mezquindad, ruindad, miserabilidad moral… Como lo es enviar mensajes a diversas autoridades e instituciones extranjeras con denuncias contra el Gobierno de España por la gestión de esta crisis, como también se ha atrevido a hacer Quim Torra como presidente de la Generalitat. Como también lo es, en definitiva, la obsesiva e incesante campaña de intoxicación propagandística que los medios de comunicación de la Generalitat, con TV3 y Catalunya Ràdio a la cabeza, vienen manteniendo en base a estos mismos bulos y estas mismas denuncias.
Cuando hayamos conseguido superar esta grave crisis de salud pública, que es de desear que sea más pronto que tarde, ya llegará el momento de exigir sus responsabilidades a cada uno. Entonces, y no ahora, será el momento de analizar qué se ha hecho bien, qué se ha hecho mal, qué no se ha hecho a tiempo, qué no ha funcionado… También será el momento de estudiar las causas reales de la falta de personal, instalaciones, maquinarias y equipos en el sector de la sanidad pública. Será el momento de exigir responsabilidades a quienes durante tantos años han jibarizado el sistema público de salud, incluso mediante formas que han favorecido al sector privado.
Ya llegará este momento. Mientras, lo mínimo que los ciudadanos tenemos el derecho de exigir a nuestros representantes públicos es lealtad institucional y política.