ABC – Estudiantes de diferentes comunidades relatan a ABC su experiencia en las universidades de Cataluña o por qué las descartaron para cursar sus estudios
«Aquí se respira miedo», denuncian
Los estudiantes procedentes de otras comunidades autónomas han dado este curso portazo a Cataluña como destino universitario. Tal como informó ABC el pasado 25 de agosto, los campus catalanes han perdido más del 50 por ciento del alumnado que recibían del resto de España.
Los planes de la Generalitat de imponer el uso del catalán en ocho de cada diez grados y másteres antes de 2025, y la crispación política derivada del ‘procés’ están detrás de algunas de estas renuncias, según confirman los testimonios aportados a este diario por cuatro estudiantes que pensaron en Cataluña como punto de partida de su andadura académica. Dos de ellos lo descartaron finalmente por «las imposiciones lingüísticas y el acoso ideológico en los campus» y empezaron sus estudios en otras comunidades. Los otros dos, probaron y cursaron un año en Barcelona pese a los prejuicios que tenían sobre los campus catalanes que, según relatan, «lamentablemente se confirmaron».
A Noé Benavent Bernal, estudiante madrileño de 19 años, que ha cursado un año de sus estudios en Cataluña, la estadística de la Generalitat no le chirría. Su experiencia de 12 meses en esta comunidad, en el curso 2022-2023, ha sido, según dice, «incluso peor de lo que esperaba».
Eligió un grado mixto de Filosofía, Política y Economía, impulsado conjuntamente por las universidades Autónoma (UAB) y Pompeu Fabra, ambas de Barcelona (UPF), y las madrileñas Autónoma (UAM) y Carlos III. El primer curso debía ser en un centro catalán, el segundo en una facultad de Madrid, y el resto a elección del alumno. «Era reticente a sacrificar ese primer año en Cataluña. Mi principal miedo, al margen del catalán, era que la crispación política que hay calara en las aulas», relata el estudiante.
Pisar por primera vez el campus de la UAB y topar con una inmensa pancarta del Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes (Sepc) que rezaba ‘Independencia, Socialismo, y Feminismo’ no fue un buen presagio. Fue la primera declaración de intenciones de los nacionalistas. Tras entrar a formar parte de la asociación de estudiantes constitucionalista ‘S’ha Acabat!’, la cosa, según dice, «empeoró».
«Nunca había visto nada tan radical»
Uno de los episodios que más le marcaron fue cuando, según relata, el 20 de abril de 2023 él y otros estudiantes constitucionalistas fueron agredidos por cuarenta encapuchados en el campus de la UAB «solo por promocionar nuestra asociación». «Cuando vi que tuvieron que custodiarnos agentes del cuerpo de seguridad privada de la universidad e incluso los Mossos d’Esquadra me di cuenta del alcance del problema», señala Noé. «Nunca había visto algo tan radical», añade Benavent. Está convencido de que «Europa no es consciente del todo del secuestro de la universidad catalana por los nacionalistas». En su caso, al cursar un grado mixto con universidades madrileñas, «más o menos respetaron mi elección de lengua», con algunas excepciones, de las que no protesté «porque ya habían puesto los nacionalistas su mirada sobre mí», dice.
Durante su experiencia académica en tierras catalanas Noé se ha sentido, asegura a este diario, «señalado» por significarse como estudiante constitucionalista. «Carteles en la UAB apuntaban directamente a nuestra asociación y eso te afecta claro porque te sientes aludido», indica. ‘Desmilitarización de la universidad’, en relación a la custodia policial que han requerido en ocasiones los estudiantes constitucionalistas, o ‘No sois bienvenidos’, son algunas de las inscripciones con las que convivía en el campus Noé.
«Caerá el alumnado extranjero»
«Hasta que no llegué a la UAB no era consciente de qué era el Sepc. Ahora tengo claro su poder en los campus», afirma. A su juicio, el plan del Govern para ‘catalanizar’ los campus «también va a cerrar la puerta al alumnado extranjero, caerán las cifras». «Una lengua no puede imponerse», precisa. Desde Arganda del Rey (Madrid), el estudiante se desplaza a la capital para posar para la foto de la entrevista. Lo hace frente a la Universidad Carlos III, uno de los dos centros madrileños en los que continuará su grado. Se deja fotografiar sin temor a ser señalado, algo, según dice, «impensable en los campus catalanes».
Juan Miguel Vargas Andújar -Ontinyent (Valencia), 25 años-, ‘Jota’ como le conocen sus amigos, se planteó como Noé estudiar en Barcelona. Pensó en arrancar un grado de Derecho en la UAB el curso 2020-2021. «Me atraía la ciudad por su vanguardismo y era un buen centro para empezar allí mis estudios», explica. También había motivos familiares que le acercaban a este destino. «Mi abuela, mis tíos, y mis primos viven allí», señala a ABC. Precisamente fueron ellos, sus primos, los que le quitaron de la cabeza la idea de trasladarse a Cataluña. Optó por estudiar en Córdoba.
«Aquí se respira miedo»
«El testimonio de mi primo que fue insultado varias veces dentro y fuera del campus solo por lucir una bandera española en su muñeca fue decisivo para hacerme cambiar de destino», afirma ‘Jota’. «No forma parte de ninguna asociación, fue un ataque a nivel personal. Yo me niego a quitarme la pulsera para ir a la universidad», apunta. Una de las frases que le comentó su primo le ha quedado grabada en la memoria: «Aquí se respira miedo. El independentismo campa a sus anchas en el campus».
La lengua fue otro motivo de peso para descartar el traslado a una universidad catalana. «¿Por qué nos tienen que imponer una lengua cuando hablamos una que es oficial en la comunidad?», se pregunta el universitario. El plan del Govern para que se impartan en catalán el 80 por ciento de los estudios universitarios «no solo frenará, en su opinión, la llegada de estudiantes de otras comunidades y extranjeros», sino que «hará que estudiantes catalanes que se sienten incómodos con el independentismo y la imposición del catalán decidan estudiar en otras zonas». A su juicio, la situación en la universidad catalana «no es solo un problema de Cataluña, es un problema de España que nos afecta a todos». Critica la inhibición del Gobierno con el problema. «Lleva años permitiendo esta situación», sentencia. Dos cursos después, ‘Jota’ celebra haber optado por su plan B en Córdoba. «Aquí se respira libertad, lo que debería respirarse en todas las universidades españolas», asevera.
«No quise que la lengua perjudicara mi formación»
Lo mismo opina Reyes Bergillos Giménez, de 33 años. Reconoce que nunca se planteó estudiar Medicina en Cataluña, eligió también Córdoba. «No quise que la lengua perjudicara mi formación; además la cosa empeorará», asegura. «La exigencia del catalán irá a más y no hay visos de que se resuelva el conflicto político», dice la médico, que actualmente realiza una residencia en Anatomía Patológica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
«Podía haber pedido realizar el MIR en Cataluña pero lo descarté por lo mismo», añade Reyes, quien cree que la caída de alumnado de otras comunidades es «causa directa del anuncio del Govern de que habrá más clases en catalán». Como el resto de estudiantes está convencida de que Europa desconoce el alcance del problema.
«No repetiría»
Las universidades catalanas eran la última opción para empezar los estudios de Medicina de Victoria Cutillas García de Abanillas (Murcia). Sin embargo, la nota de Selectividad no le dio mucha opción para elegir y cuando la llamaron de la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona dándole plaza en la Facultad de Medicina en Reus (Tarragona) puso en la balanza sus «malas percepciones sobre Cataluña» y su deseo de estudiar esa carrera y pesó más lo segundo. Estudió en Reus un curso (el 2018-2019) y, según afirma, «no repetiría». «Había recibido la mención de honor en segundo de Bachillerato, por lo que tenía el primer año gratis en cualquier universidad pública. Por eso no fui a una privada», relata Victoria, que tras el primer año en Reus marchó a seguir sus estudios en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM). Antes de aterrizar en Cataluña, llamó a la URV y les preguntó si las clases eran en catalán. Le aseguraron que podía estudiar en castellano pero la realidad fue otra. «Todas las clases, excepto una, fueron en catalán. No entendía nada. Opté por quedarme en casa y traducir los apuntes. Me salía más a cuenta», dice Victoria.
Recuerda como entró «en un bucle de ansiedad». Notó también la presencia del nacionalismo en las aulas. «Varios profesores lucían el lazo amarillo en defensa de la libertad de los presos políticos, y el 8 de marzo un docente paralizó la clase para darnos lo que tenía que ser una charla sobre la mujer y acabó siendo un meting nacionalista», relata. «Nunca pensé que me sentiría extranjera en mi país», asevera. Al igual que sus compañeros lamenta la situación y advierte de que «si o se resuelve, la peor parada será la universidad catalana, líder en excelencia».