El Mundo.- El misterio más insondable del ajedrez es por qué hay tan pocas mujeres en la élite. La húngara Judit Polgar llegó a pertenecer al top 10 absoluto, pero desde su retirada sólo la china Hou Yifan ha sido capaz de seguir su estela, de lejos. La número uno actual de la clasificación femenina no aparece entre los cien mejores. Los expertos aportan razones físicas, psicológicas, sociológicas, culturales y estadísticas para justificar el desequilibrio, pero ninguna aclara el enigma. A estos factores se suma el acoso sexual, que algunos consideran una barrera más contra la igualdad en los tableros. El más noble de los juegos no se libra de su particular #MeToo.
Ocho mujeres entrevistadas por ‘The Wall Street Journal‘ han acusado de acoso sexual al gran maestro estadounidense Alejandro Ramírez, nacido en Costa Rica hace 34 años. Tres de ellas eran menores de edad cuando se produjeron los hechos y una asegura que la emborracharon antes de forzarla a practicar sexo oral. La gran maestro femenina Jennifer Shahade le arrojó la primera piedra el mes pasado. En un comunicado titulado «Se acabó el tiempo«, la bicampeona de Estados Unidos relata que fue atacada en dos ocasiones, hace 9 y 10 años. Los testimonios se amontonan contra Ramírez, en su día el primer centroamericano que lograba el título de gran maestro.
«¡Lo sabían desde hace años y no hicieron nada!», sostiene la pentacampeona del mundo Susan Polgar. «También denuncié a otro jugador hace años y no sólo no hicieron nada, sino que me castigaron severamente y me pusieron en la lista negra». La Federación de Estados Unidos y el club de ajedrez de San Luis, el más poderoso del mundo, están en entredicho por su falta de reacción tras las primeras denuncias.
Sólo cuando Shahade detonó la bomba en Twitter emprendieron una investigación. El propio Ramírez renunció a su cargo como entrenador el pasado lunes. El ajedrecista había logrado cierta notoriedad gracias a otro escándalo reciente, como entrevistador de Hans Niemann, señalado como tramposo por el campeón del mundo, Magnus Carlsen. Niemann reclama en los tribunales 500 millones como indemnización.
«NO VALE LA PENA LIDIAR CON ESTO»
Susan Polgar desveló el año pasado que cuando eran joven decidió vestir de manera espartana para evitar problemas. «Me tacharon de gorda/fea, pero cuando era yo, las indeseables insinuaciones sexuales comenzaban de nuevo. Es un ciclo interminable para muchas ajedrecistas». El círculo vicioso, explica la mayor de las Polgar, justifica que las mujeres sean una minoría: «Personalmente, conozco a muchas que se alejaron del ajedrez porque sencillamente no vale la pena lidiar con estas tonterías año tras año».
Según la Federación Internacional (FIDE), en el mundo hay 1.472 grandes maestros absolutos, entre los cuales solo figuran 40 mujeres. Pese a todo, la tendencia es positiva. Hace una década, solo el 8% de los ajedrecistas federadas eran mujeres, frente al 10% actual.
«JAMÁS LO HE SUFRIDO»
En teoría, pocos entornos hay más seguros que un tablero, un terreno de juego en el que la edad, el género y la fuerza física no son definitivas. María Rodrigo, psicóloga y presidenta de la Comisión Mujer y Ajedrez de la Federación Española, asegura que lleva jugando desde los cinco años y que nunca ha visto este tipo de comportamientos. «Es verdad que se escuchan micromachismos del 1% de los jugadores. Suelen infravalorar a las chicas, pero jamás he sufrido ningún acoso». Rodrigo habla incluso de «discriminacion positiva». «Siempre me he sentido muy arropada en los torneos por equipos. Si solo hay una chica, tiene habituación individual. Están muy pendientes y nos cuidan».
Similar es la opinión de Sabrina Vega, número uno de España: «El ambiente del ajedrez es bonito y sano, con una exaltación del compañerismo. El ajedrez tiene un factor integrador que se nota, aunque es cierto que somos parte de la sociedad y no está exento de las realidades que a veces se dan en ella». «El caso de Alejandro Ramírez es muy delicado», agrega, «por el número de jugadoras que lo han denunciado y porque algunas tienen bastante peso. Estas conductas hay que denunciarlas, investigarlas bien y erradicarla.
Vega tampoco cree que el acoso sea la causa principal del alejamiento de las chicas. «No creo que lo dejen por eso o al menos que sea el motivo principal. Por los números que hemos estudiado, el punto de inflexión es a los 14 o 16 años, pero empieza a corregirse y a retrasarse hasta los 18. En la categoría absoluta es donde se van perdiendo, en un mundo masculinizado. Somos personas antes que jugadoras y, de alguna manera, la competición o el ambiente perjudican más a las chicas. Ojalá el número de afectadas por acoso no sea muy elevado, porque un solo caso es suficiente para denunciarlo».
María Rodrigo cree que «lo más grave es que una federación, un club o las personas que lo sabían no intervinieran antes». De momento, la FIDE no se ha pronunciado sobre el caso.