Newtral.- “¿Por qué tienes tantos hijos?”, “¿sabes que existen los métodos anticonceptivos?”, “¿para qué quieres que te explique eso, si no lo vas a entender?”. Estas son algunas de las preguntas que las mujeres gitanas enfrentan en la consulta médica, especialmente en el ámbito ginecológico, tal y como explica a Newtral.es Enérida Isuf, abogada, presidenta de la Sociedad Internacional para los Derechos Humanos en España y activista feminista por los derechos del pueblo gitano. Isuf ha sido una de las ponentes del I Congreso Internacional de Antigitanismo de Género, celebrado esta semana en Bilbao. Un encuentro para determinar de qué manera el antigitanismo intersecciona con el sexismo, generando una forma específica de discriminación hacia las mujeres gitanas.
La Resolución del Parlamento Europeo para combatir el antigitanismo (2017) hacía hincapié en “la discriminación que padecen las mujeres romaníes, a quienes se atiende con frecuencia en maternidades segregadas y de baja calidad, quienes se enfrentan a abusos físicos, desamparo y maltrato o trato deficiente por parte del personal sanitario cuando intentan acceder a servicios sanitarios sexuales y reproductivos, y quienes no suelen tener acceso a unidades móviles para exámenes médicos”.
El Europarlamento también instaba a los Estados miembros a condenar “la esterilización forzada”, a proporcionar “una compensación a las mujeres romaníes sometidas a esterilizaciones sistémicas apoyadas por el Estado”, y a pedir “disculpas públicas a las víctimas de este crimen contra la humanidad”.
Antigitanismo y género: las mujeres gitanas tienen peor salud que las payas
La Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA, 2014) elaboró un informe sobre el antigitanismo de género para medir de qué manera el racismo y el sexismo afectan a las mujeres gitanas. Por ejemplo, de acuerdo con la encuesta, en España un 17% de mujeres gitanas nunca ha ido al colegio frente a un 8% de hombres gitanos. En el empleo, un 35% de hombres romaníes tenían un empleo remunerado frente a un 21% de mujeres pertenecientes a esta etnia. Sin embargo, en el trabajo reproductivo (en el hogar) son ellas las que lo desempeñan en mayor medida: un 24% de mujeres frente a un 1% de hombres.
La psicóloga Patricia Caro, especialista en políticas públicas, señala que estas cifras no deben analizarse desde el privilegio, ya que “los varones gitanos no cooptan ningún poder”: “Son los prejuicios antigitanos y sexistas los que provocan para nosotras una falta de reconocimiento y de acceso a diferentes ámbitos”, apunta en conversación con Newtral.es.
Así, esta visión externa antigitana arroja “expectativas de las mujeres y hombres payos sobre las personas Rroma, promoviendo la confirmación de los mandatos del estereotipo”, como escribía Patricia Caro en un análisis para el Ajuntament de Barcelona. A su vez, “cuando la creencia de los aspectos negativos del estereotipo se autoconfirma por parte de las propias mujeres y hombres Rroma, esta interiorización puede determinar tanto su rendimiento, como la plena expresión de sus capacidades”, añadía la psicóloga.
El informe de la FRA no analiza la brecha de género solo en el pueblo gitano, sino entre las mujeres gitanas y las mujeres payas. Así, las mujeres romaníes reportan un estado de salud mucho peor que el de mujeres que no pertenecen a esta etnia. En España, un 23% frente a un 19% (en mujeres mayores de 16 años). La brecha aumenta en mujeres de 50 años en adelante: un 47% de mujeres gitanas tienen un estado de salud “malo o muy malo” respecto a un 36% de mujeres payas.
Patricia Caro expone también cómo opera el antigitanismo desde la administración pública cuando, por ejemplo, “una mujer gitana víctima de violencia machista se acerca a los servicios de atención”, donde operan “no solo los sesgos de género, sino el racismo”. Además, denuncia “la constante vulneración de los derechos sexuales y reproductivos”: “Se nos pregunta por qué tenemos tantos hijos, se cuestiona nuestra capacidad para la crianza o se nos segrega en salas de maternidad que son de peor calidad”, añade.
De acuerdo con la Guía práctica sobre antigitanismo de género (Federació d’Associacions Gitanes de Catalunya, 2021), algunas de las violencias comunes pasan por “negar la asistencia sanitaria” o “hacer comentarios de que las gitanas viven de los servicios sociales”. También, “hacer comentarios de que están teniendo muchos hijos y no quieren trabajar”.
En este sentido, Enérida Isuf señala que “esta violencia etno obstétrica pasa por infantilizar y tutorizar a las mujeres gitanas”. “Esto tiene un impacto en nuestra salud física, porque la atención es peor, pero también en nuestra salud emocional y en nuestra autoestima. Acabamos creyendo que no somos válidas ni capaces”, añade.
El impacto en la salud física y mental
Las consecuencias sobre la salud física y mental también aparecen mencionadas en el estudio que elaboró AMUGE sobre el antigitanismo de género en espacios públicos como tiendas y centros comerciales —Nos persiguen, 2021—.
“En octubre de 2019, trece niñas gitanas y tres educadoras de la asociación AMUGE fueron al cine en el centro comercial Zubiarte de Bilbao. A la salida, entraron en una tienda de ropa y se dieron cuenta de que un vigilante de seguridad las seguía por los pasillos. Cuando bajaron a otra planta, otros dos trabajadores de Prosegur las persiguieron. Las educadoras sintieron impotencia, las niñas miedo y rabia; fueron conscientes de que habían sido perseguidas solo por ser gitanas”, apunta el estudio.
Decidieron entonces realizar un testing, es decir, una técnica de investigación para demostrar la discriminación de forma empírica. Así, organizaron “grupos de voluntarias gitanas y no gitanas blancas de edades similares que entraron a quince supermercados y cinco centros comerciales de Bizkaia para comparar el trato desigual que recibían por parte de personal de tienda y de seguridad privada”.
Según los resultados, “en el 80% de las visitas, las voluntarias gitanas sufrieron una criminalización que las voluntarias blancas en ningún momento enfrentaron”. Tamara Clavería, responsable de la Asociación de mujeres gitanas de Euskadi (AMUGE) y también participante en el I Congreso Internacional de Antigitanismo de Género, señala en el informe lo siguiente: “Los trabajadores y trabajadoras de las tiendas nos persiguieron por los pasillos, retiraron el jamón del mostrador de la charcutería, pidieron refuerzos cuando pasamos por la perfumería, llamaron a Seguridad porque les parecía que llevábamos demasiado rato mirando ropa, hicieron comentarios entre ellas como ‘Uf, ¿todavía siguen aquí?’, delante de nosotras”.
“¿Sabíais que cuando las gitanas vamos de compras preferimos asfixiarnos de calor que quitarnos la chaqueta, porque si nos la ven en el brazo van a pensar que la usamos para robar? ¿Sabíais que nos discriminan más cuando vamos con niñas y niños porque piensan que los usamos para robar? ¿Y que cuando vamos de compra nos arreglamos, y modificamos nuestro aspecto para no tener problemas? Cada una tenemos nuestras estrategias, pero por lo general, lo sufrimos y nos genera rabia, dolor e indignación”, añade Clavería.
En conversación con Newtral.es, la responsable de AMUGE señala que precisamente la conceptualización del antigitanismo de género (o el antigitanismo unido al sexismo, la misoginia y otras discriminaciones) es relevante para que “las violencias hacia las mujeres se aborden desde una perspectiva intercultural y antirracista”.
Del mismo modo, Araceli Cañadas, profesora en la Universidad de Alcalá de Henares, donde imparte la asignatura Gitanos de España. Historia y Cultura, apunta que “es necesaria una agenda gitana feminista”: “El feminismo hegemónico, payo, no ha contado desde el principio con nuestra lucha. Siempre se han minimizado e infravalorado las cuestiones que nos atañían. No es que queramos ser parte del feminismo, es que nosotras venimos generando un marco feminista desde hace muchísimo”, concluye.