El Confidencial.- Se trata de un empresario de la localidad de Villacarrillo, Jaén. Es sospechoso de hacer desaparecer a un jornalero que protestó por la paga. Hace nueve años desapareció otro.
Actualmente, agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Jaén registran las casas y tierras de un empresario en busca de dos cadáveres: el de Tidiany y el de Ibrahima. Se trata de dos jornaleros que trabajaban para él. El último en desaparecer fue Ibrahima, inmigrante senegalés de 35 años. Se le pierde la pista el 5 de enero de 2021. Ese día decidió abandonar el trabajo. Se dedicaba a recoger aceitunas para un empresario de Villacarillo. Apenas llevaba 15 días con él, pero no había firmado un contrato ni su jefe le había dado de alta y encima le pagaba una miseria, muy por debajo del salario mínimo pactado para los jornaleros.
“El día 5 habló de madrugada con un compañero y le dijo que dejaba ese trabajo de mierda”, cuenta su hermano Mussa. “Estaba hasta las narices. No aguantaba más. Se venía conmigo a Cartaya, en Huelva. Hablé con él por teléfono sobre la una de la tarde. Me dijo que iba a ir a la estación de autobuses, que en cuanto llegara me llamaría. Esperé una hora y media y no tuve noticias suyas. Le llamé yo entonces y su teléfono daba apagado. Ya nunca se volvió a encender. Llevamos tres años en España y nunca antes había desaparecido”.
Este es el primer cadáver que buscan efectivos de la Guardia Civil a esta hora. El segundo es el de Tidiany. Este joven de Mali de 22 años desapareció el 17 de diciembre de 2013. Trabajó apenas 10 días recogiendo aceituna para el mismo empresario que Ibrahima: Ginés Vicente López. Se le pierde la pista horas después de enfrentarse con el patrón. Aquella mañana el jefe trasladó a los jornaleros a una sus fincas, la conocida por El Molinillo. Tidiany hizo de portavoz de sus compañeros y se encaró con él: le pidió que les abonase las cantidades correctas por el trabajo.
Apenas les pagaba 30 euros al día, por trabajar de sol a sol, cuando el salario mínimo establecido era de 50,36 euros al día. También que los diese de alta porque él y algunos más estaban en situación irregular. Les contestó que no, que no pensaba pagarles más ni dar de alta a los que no tenían contrato. La disputa acabó con los temporeros negándose a trabajar. El empresario los trajo de vuelta a Villacarrillo. Allí, en la puerta de una casa que los inmigrantes compartían con colchones tirados y sin apenas medidas de higiene, Vicente estuvo hablando con Tidiany durante 20 minutos. Según le contó el joven de Mali a un primo suyo, que también trabajaba de temporero, el patrón le había prometido llevarlos a un sitio mejor a trabajar. Los temporeros hicieron las maletas y el primo los acompañó a la estación de autobuses. Al regresar, Tidiany había desaparecido.
Meses después, cuando Gines sintió sobre su nuca las sospechas de los investigadores, acudió a ver a una pareja que regentaba un bar de la localidad. El local era del patrón. Les ofreció perdonarles la cuantiosa deuda que habían contraído con él por no pagar el alquiler si declaraban que el día 17 de diciembre, a la hora que había desaparecido Tidiany, decían que había estado con ellos. Se negaron. Meses después le mandó un mensaje a uno de ellos: “No te presiono, solo pido lo mío”. Como no logró ni comprarlos ni intimidarles, Vicente comenzó a perseguir a la pareja. Los insultaba en la calle y los amenazaba con acosarlos a diario.
Poco después de la desaparición de Tidiany, el 10 de enero de 2014, los agentes encontraron unas orejeras que siempre llevaba Tidiany. Estaban en la finca la Moratilla, tiradas en el suelo. El joven desaparecido jamás había estado en esa finca. Tampoco sus compañeros. Además, estaba vallada. Vicente ofreció dos posibles implicaciones a este sospechoso hallazgo: alguien le había tendido una trampa y le quería culpar o el joven maliense se había dejado las orejeras en su coche cuando los trasladó al campo la mañana de la desaparición y el perro de la familia las habría cogido y depositado allí. Muy cerca de donde aparecieron las orejeras, había un olivo grande. Elton, el perro que se hizo famoso al encontrar el cadáver de Diana Quer, marcó allí mismo rastro de restos biológicos. Pertenecían al joven desaparecido, pero fue imposible determinar si era sangre o qué.
Vicente fue finalmente juzgado. El tribunal le absolvió por la desaparición de Tidiany, pero sí le condenó por otros delitos: contra el derecho de los trabajadores a un año de prisión, por un delito contra la Administración de Justicia a un año y medio y por la falta de defraudación de fluido eléctrico a una pena de dos meses multa a razón de 20 euros diarios.