5 de septiembre
El Mundo.- Gisèle Pelicot ha entrado poco antes de las nueve de la mañana en la sala de audiencias del Tribunal de Justicia de Aviñón. Vestida con una falda roja y una camisa blanca, ha comenzado su relato. El de su historia de amor y de horror. El de los 50 años de vida en común con su marido, que la drogó durante 10 sin que ella lo supiera para que decenas de hombres (51) pudieran violarla mientras ella estaba inconsciente.
Su relato, durante hora y media y sin parar, habla mucho de la dignidad. La de la víctima, una mujer que ahora tiene 72 años y que ha decidido tener un juicio público, a rostro descubierto, para ayudar «a otras mujeres que puedan estar en la misma situación». Ella misma ha ilustrado en varias ocasiones lo vivido: «Es como un boxeador, al que golpean y se vuelve a levantar una y otra vez».
El juicio contra su marido, Dominique P. comenzó el lunes. Se juzga a 51 ombres por violaciones agravadas. Sucedieron entre 2011 y 2020 en Mazan, el pueblo donde vivían. Hoy es la primera vez que ella testificaba. «Nuestra relación había estado basada en la confianza durante 50 años», ha dicho.
Ha comenzado contando el día en el que los investigadores la llamaron para «enseñarle algunas fotos», para revelarle el horror que ella misma desconocía haber vivido durante años. En la comisaría le preguntaron si tenía una sexualidad normal, si practicaba intercambios: «Les dije que nunca, que soy mujer de un solo hombre».
«Me dijeron: le vamos a mostrar cosas que no le van a gustar. Me empezaron a sacar fotografías. ‘Señora, ¿se reconoce en esta foto?’, me preguntaron. Yo no reconocía a la mujer ni a la persona que estaba al lado, a mi lado».
«Me enseñó dos fotos más: yo estaba en mi cama, inerte, dormida, y un hombre estaba a punto de violarme», ha seguido. «Estaba en estado de shock. Para mí todo se derrumbó, todo lo que habíamos construido durante 50 años. Teníamos tres hijos y siete nietos. No entendía nada. Me quisieron enseñar un vídeo, les dije que no podía».
En septiembre de 2020, Dominique Pélicot, hoy con 71 años, fue detenido en un supermercado de Carpentas, en el departamento de Vaucluse, cuando grababa a varias clientas por debajo de sus faldas. Él se excusó al agente de seguridad que le detuvo diciendo que había actuado «por impulsos incontrolables».
Gisèle Pélicot ha relatado las ausencias que tenía, se olvidaba de cosas, de momentos. Todas esas lagunas las atribuía a una enfermedad. «Pensaba que tenía un principio de Alzheimer». Ha relatado el momento en el que llamó a sus hijos para decirles lo que los investigadores le acababan de revelar. Su hija: «Se me quedará grabado para siempre: gritaba como una bestia».
Ha relatado los meses que vivió en estado de shock, ha hablado del proceso de reconstrucción («si es que algún día estaré reconstruida»), cuando salió de su casa, el hogar que habían compartido. «Estaba devastada, y aún no tenía conocimiento de todas las fotos y vídeos que iba a descubrir después, ni del combate de una mujer que ha perdido todo en su vida, traicionada. No sabía cómo iba a salir de aquello. Llegué a la estación de tren con dos maletas y un gato, lo que me quedaba de 50 años de vida. No tenía identidad en ese momento: no sabía donde estaba ni donde iba».
La mujer ha respondido a las preguntas del juez, sobre su sexualidad, qué tipo de prácticas tenía con su marido y cómo era su relación. Parte de los detenidos estaban presentes, la mayoría camuflados o tapados: hombres aparentemente normales, con trabajos normales, con familias normales. «Tengo un sentimiento de asco hacia todos esos individuos». «Cuando un hombre viene a violarme varias veces sin protección, es mi vida la que está en peligro. No tengo ninguna lástima hacia todas esas personas».
Dominique P. reclutaba a los violadores en Internet. Son 51. La mayoría alega que no sabía que ella estaba inconsciente y que pensaban que era un juego entre el matrimonio. Tras el incidente del supermercado, la policía descubrió en los registros fotos y vídeos en los que su mujer era violada por varios hombres desconocidos. Ella tardó meses en poder visionar algunos. «Son escenas de horror para mí, de violaciones insoportables en las que hay dos, tres hombres, sobre mí. Yo estoy anestesiada, no entro en los detalles porque no es mi rol, pero no son escenas de sexo, son escenas de violación».
«Son escenas de barbarie, de violencia, son violaciones, imágenes inimaginables. Aún no sé como hoy mi cuerpo puede estar delante de usted. Quizá ha esperado cuatro años para poder testificar. La gente se preguntará ¿cómo esta mujer sigue en pie hoy?».
«Como estaba drogada, nadie podía probar lo que yo he vivido. Hay otras mujeres que han sufrido lo mismo. Es de una obscenidad increíble. He sido sacrificada. Cuando ves a una mujer drogada y violada…Eres como un muerto, tu cuerpo está caliente, no frío, pero eres un muerto. Ninguno de esos hombres tuvo lucidez para decir ‘Aquí pasa algo raro’. Me trataban como una muñeca, yo era una bolsa de basura».
Gisèle Pelicot ha testificado sin pausa, ha querido hacerlo a cara descubierta y en audiencia pública. «Para mí es insoportable, pienso en todas las mujeres que han podido sufrir lo mismo. Si yo hubiera escuchado un testimonio similar, habría reaccionado antes». «Si alguien me hubiera dicho que él estaba enfermo, le habría ayudado a buscar ayuda psicológica. Habría estado a su lado. He perdido 10 años de mi vida y jamás los recuperaré». «Teníamos todo para ser felices, todo». «Una mujer que sufre esto, qué ha hecho para merecer algo así».