La Coordinadora contra el Antisemitismo emite una carta, cuyo contenido reproducimos a continuación.
Todo comenzó con un silencio muy revelador. A pesar de su inusitada brutalidad y crueldad, solo comparables a las del ISIS, la masacre perpetrada por Hamás el pasado 7 de octubre en Israel no fue seguida del habitual comunicado de condena del terrorismo por parte de los rectorados de las diferentes universidades españolas. Pasados ya diez días, la Conferencia de Rectores (CRUE) se pronunció por fin en nombre de todas ellas, si bien lo hizo no para condenar, sino solo para rechazar, y no precisamente el ataque de Hamás, sino la “escalada bélica”, en expresión que parecía aludir más a la respuesta de Israel a la agresión que a la agresión misma. En el interior de ese mismo comunicado, de fecha 17 de octubre de 2023, los Rectores reafirmaban su compromiso “con la paz, la justicia, los derechos humanos y los valores democráticos” y se declaraban por eso “contrarios a cualquier guerra o acto terrorista”, pero tan equidistante formulación volvía a soslayar de nuevo la obligación moral de apoyar en ese concreto momento al pueblo israelí, que acababa de vivir uno de los momentos más difíciles de su historia, solo equiparable al sufrido por los Estados Unidos el 11-S.
Teniendo en cuenta este punto de partida, no puede extrañar que la actitud más generalizada en los últimos meses, dentro ya de cada una de las distintas universidades españolas, haya sido la complacencia y permisividad con los diversos grupos de estudiantes, profesores y sindicatos que, liderados, respaldados o inspirados por el BDS y otras organizaciones radicales, han ido dejando constancia de su hostilidad a Israel al tiempo que de su apoyo a Hamás, enmascarados ambos siempre bajo consignas supuestamente pro-palestinas, pero de inconfundible raigambre yihadista, tales como “Palestina libre” o “Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá”. De nada ha servido que profesores, estudiantes y colectivos varios hayan denunciado estos hechos como constitutivos de posibles delitos de odio, ni siquiera en el caso, especialmente grave, de los lemas y pancartas que rezaban “Fuera sionistas de la Universidad” -un llamado a la exclusión que, aun sin contener la palabra “judíos”, concernía, como puede fácilmente entenderse, a la mayoría de los judíos e israelíes que enseñan o estudian en las universidades españolas. Por graves que hayan sido las expresiones de odio a lo largo de estos meses, las autoridades universitarias –desde rectores a decanos hasta defensores universitarios e inspecciones de servicios- no solo no habrían hecho nada para impedirlas, sino que las habrían tolerado y hasta, en algunos casos, defendido, so pretexto de la libertad de expresión, como si se ignorase que este derecho, esencial por supuesto en cualquier sociedad democrática, encuentra siempre un límite en el respeto a los derechos ajenos. No se ha tenido en cuenta, por tanto, la existencia del artículo 510 del Código Penal, que conceptúa como delito punible las acciones, expresiones o publicaciones destinadas a fomentar, promover o incitar al “odio, hostilidad, discriminación o violencia” por motivos “antisemitas”, así como por la simple “pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación”. Ni tampoco el hecho de que España hizo suya, con fecha 22 de julio de 2020, la definición operativa de “antisemitismo” adoptada por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), dentro de la que se contemplan las manifestaciones más actuales del antisemitismo, esto es, las que se dan en forma de hostilidad hacia Israel, llamados a boicots e intentos de discriminar a este país en el contexto de las naciones.
Pese a la existencia de todos estos instrumentos legales, ninguno de los colectivos que a día de hoy demandan esos boicots y esa discriminación han encontrado el menor obstáculo a la hora de difundir sus peculiares ideas no solo en los pasillos, sino hasta en las aulas de las universidades españolas. De especial gravedad ha sido, en este sentido, lo que ocurrió hace unas semanas en la Facultad de Educación de la Universidad de las Islas Baleares, donde se cedió el Aula Magna al grupo autodenominado “Ciudadanos por Palestina”, que la usó para disertar sobre el “mito del Holocausto”, así como para defender que el 7 de octubre no fue una masacre, ni un acto de terrorismo, sino un acto de legítima defensa y resistencia contra el “colonialismo” de Israel. Ninguna de estas dos afirmaciones, cuyo punto en común sería el negacionismo (una del Holocausto y otra de un crimen de lesa humanidad), fue, sin embargo, denunciada de oficio ni por la Universidad de Baleares ni tampoco por la Fiscalía, tal como habría sido lógico al tratarse de acciones inequívocamente ajustadas a la definición del delito de odio (véase artículo 2.2 de la Circular 7/2019 de la Fiscalía General del Estado, sobre pautas para interpretar los delitos de odio). En cuanto a las instancias académicas que autorizaron el acto, lejos de pedir disculpas, apelaron una vez más al derecho a la libertad de expresión y defendieron que el campus era un “espacio de debate y de conocimiento” en el que había que fomentar “un ambiente de libre expresión y análisis crítico”. Solo en los últimos días, y a raíz de la trascendencia pública que ha llegado a tener lo ocurrido, se ha comprometido esta universidad a “vigilar” más en el futuro este tipo de convocatorias, “sobre todo en temas tan sensibles”.
Idéntica vigilancia se debería ejercer, sin duda, sobre otra de las consignas más usadas en los últimos meses: la que tiene que ver con el supuesto “genocidio” cometido por Israel. Esta acusación, no probada ni asumida por la Corte Penal Internacional, ha encontrado, pese a ello, un sorprendente eco no solo en la televisión pública española y en ciertos medios periodísticos, sino también en el seno de las universidades españolas, donde son muchos los que la dan por hecho tan cierto y seguro que no admitiría contestación ni réplica alguna. Ocurre esto, sobre todo, en el caso de los estudiantes, pero no solo, puesto que esta misma acusación puede encontrarse en alguno de los comunicados aprobados en las Juntas de Centro de las diferentes facultades españolas. Especialmente rotundo a este respecto habría sido el emitido por la Junta de Centro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, que llevaba el elocuente título de “Con Palestina, No al Genocidio en Gaza”.
En cuanto al resto de los comunicados de Juntas de Centro, tampoco han sido demasiado sutiles a la hora de acusar a Israel de todo cuanto acaece en Gaza, como si las acciones de Hamás y Yihad Islámica no hubieran tenido nada que ver en la gestación y consecución del actual conflicto bélico. De creer lo expuesto en esos discursos, todo ocurriría, en realidad, como si, aparte del ataque que estuvo en el origen del conflicto, esas organizaciones yihadistas no hubieran hecho luego nada para avivar la guerra: ni lanzar indiscriminadamente miles de cohetes Qassam sobre ciudades israelíes, ni tampoco librar combates encarnizados con las fuerzas de defensa israelíes dentro de las ciudades y túneles del norte de Gaza. Tal como se presentan las cosas en estos comunicados, los palestinos y las universidades palestinas habrían sido, por tanto, los únicos damnificados del conflicto, en tanto que, en lo que concierne a Israel, solo se habla, en el mejor de los casos, de los muertos y rehenes del 7 de octubre, pero nunca de las pérdidas posteriores: ni las de los cientos de militares caídos a diario en combate, ni tampoco las de los civiles que han sido víctimas de los atentados asimismo diarios que siguen teniendo lugar en el interior de las ciudades israelíes, más allá, pues, del campo de batalla.
Las Juntas de Centro que aprueban estas declaraciones tampoco parecen caer en la cuenta de que, si el número de víctimas israelíes no ha sido mayor del que es, esto no se ha debido a las buenas intenciones de los yihadistas (frente a la crueldad del ejército israelí), sino solo a la existencia, de todos conocida, del sistema de defensa conocido como Cúpula de Hierro, sin el cual las universidades israelíes habrían acabado no del mismo modo, sino mucho peor, que lo han hecho las de Gaza. Se pasa, pues, por alto la violencia continuamente infligida contra los ciudadanos israelíes, el carácter defensivo de las acciones bélicas emprendidas por el ejército israelí y, sobre todo, la responsabilidad de Hamás en el número de víctimas civiles en Gaza, que de seguro no habrían existido si esta organización se hubiera rendido, depuesto las armas y liberado a todos los rehenes, como tantas veces se le ha demandado desde el lado israelí. Sorprende también, por último, que muchos de estos comunicados soliciten la ruptura o suspensión de relaciones con las universidades israelíes por su colaboración con las Fuerzas de Defensa de Israel, sin pedir, en cambio, lo mismo para las universidades de Gaza, entre las que las hay probadamente colaboracionistas con el régimen de Hamás.
Cabe, pues, concluir que la universidad española en su conjunto no se habría caracterizado, precisamente, por la solidaridad con Israel en estos difíciles momentos, unos de los más amargos de su historia reciente. Y todavía está por ver lo que ocurrirá en las próximas semanas, cuando la “acampada” ya organizada en la Universidad de Valencia en apoyo a Palestina y “contra el genocidio de Israel en Gaza” deje de ser la única para convertirse en una más de las muchas que, según se anuncia, van a invadir los campus universitarios de todo el territorio nacional, sumándose así a la organizada y bien planificada movilización global, denunciada ya en varios países como claramente antisemita. No son, pues, buenos tiempos para Israel y los judíos, y ante esta situación lo único que cabe a los abajo firmantes es apelar a la Conferencia de Rectores para que, además de fomentar la libertad de expresión y el espíritu crítico, asuma y promueva también otra de las más importantes responsabilidades que las universidades tienen asignadas en nuestro ordenamiento jurídico, a saber, la formación y educación de sus miembros, y de la ciudadanía en general, en la tolerancia, el respeto y la lucha contra toda forma de discriminación y odio, sin dejar, al mismo tiempo, de velar por el cumplimiento de la legalidad democrática frente a los discursos y delitos de odio antisemita.
En Madrid, a 6 de mayo de 2024
Firman esta carta Abierta:
European Jewish Congress
Plataforma contra el Antisemitismo
Granada contra el Antisemitismo
LICRA Cataluña
Tarbut Shorashim
Foro Hispano Israelí para la Cooperación
Asociación de Amistad Hispano -Israelí
Coordinadora Iberoamericana contra el Racismo y el Antisemitismo
Asociación Sefarad de Iberoamérica
Fundación Violeta Friedman
Madrid contra el Antisemitismo
Beit Emunah Comunidad Judía de Asturias
Asturias contra el Antisemitismo
Asociación Asturiana de Amigos de Israel
Gijón contra el Antisemitismo
Centro de Estudios Judeo-Cristianos
Asociación Vasca de Amigos de Israel
Asociació de Relacions Culturals Catalunya-Israel
Israel Alliance Forum (ISFA)
Federación de Jóvenes Judíos en España
Asociación cultural Euskadi-Israel
Málaga contra el Antisemitismo
Sevilla contra el Antisemitismo
Marbella contra el Antisemitismo
Jaén contra el Antisemitismo
Asociación de Amistad Valencia-Israel
Valencia contra el Antisemitismo
Tarbut Sefarad Valencia
Instituto de Cultura Alicante-Israel
Alicante contra el Antisemitismo
Castellón contra el Antisemitismo
Asociación de Venezolanos en Castellón
Asociación de Amigos de Venezuela en Vigo
Asociación de Mujeres Venezolanas
Bolivianos en red
Instituto de Relaciones Culturales Baleares-Israel
Mallorca contra el Antisemitismo
Asociación Galega de Amizade con Israel AGAI
Galicia contra el Antisemitismo
Amistad Judeo-Aragonés
Valladolid contra el Antisemitismo
Ponferrada contra el Antisemitismo
Zamora contra el Antisemitismo
Santander contra el Antisemitismo
León contra el Antisemitismo
Betanzos contra el Antisemitismo
Vigo contra el Antisemitismo
Galicia contra el Antisemitismo
Colectivo Galiza Israel
Instituto de Encuentro Canarias-Israel
Asociación Cultural Sefarad Aragón
Zaragoza contra el Antisemitismo
Movimiento contra la Intolerancia